En 1958, Herbert Ospelt regentaba una pequeña carnicería en Vaduz, la capital del Principado de Liechtenstein, pero tenía ganas de más, pues estaba convencido de que sus excelentes productos podrían llegar a un mayor público. Herbert Ospelt quería que sus clientes siguieran yendo a su carnicería, pero también quería que los productos llegaran a los clientes. Su ingenio, esfuerzo, creatividad, valor, suerte, buen olfato y el respaldo de su esposa Blanca le llevaron al éxito que tanto deseaba. A día de hoy, la empresa sigue en manos de la familia y se ha convertido en un grupo internacional que posee cinco sedes. La calidad y la innovación son los motores que han llevado a la empresa al lugar en que se encuentra hoy, siempre respaldada por la tradición familiar que la sostiene.